
Ahora que empiezo a andar, soy imparable, a pesar de los coscorrones.

De hecho, ya no me conformo con eso. Estoy aprendiendo a montar en bicileta.

Aquí, robando el juguete a niños mucho mayores que yo en Golden Gate Park.

Esta es la cara de revieja que últimamente me da por poner.

Menos mal que tengo a Kenya, mi Angel Guardián.